En esta entrada os dejo una adaptación de El hombre de la piel de oso realizada por una de mis compañera: Melissa Meléndez. Espero y deseo que os guste y os enamore como a mí. Es un texto lleno de sensaciones, de fantasías y de aventura, con una simbología exquisita.
Timoteo y el búho Tic Toc
Hace
mucho, mucho, tiempo en un pequeño pueblo de un país muy lejano, vivía
un niño llamado Timoteo. Era el más pequeño de tres hermanos, pero a
pesar de eso era el menos presumido y el más valiente. Vivía en una
pobre familia, así que Timoteo pidió permiso a sus padres para irse a
trabajar con el rey como soldado.
Así
fue, Timoteo formó parte del ejército del Rey y se marchó a la guerra;
lucho con gran valentía y coraje. Al cabo de un tiempo la guerra
terminó, el Rey ya no le necesitaba, y todo el reino se había quedado en
la ruina, entonces Timoteo decidió volver a su pueblo.
De
camino a casa, Timoteo se acordó que ya había pasado demasiado tiempo y
que seguramente, sus padres ya habrían muerto. También, se acordó que
sus dos hermanos mayores nunca fueron muy agradables con él y al paso
del tiempo, se habrían convertido en hombres de corazones muy duros, y
que seguramente no le iban ayudar.
Así
que, Timoteo, un poco apenado decidió irse a la gran ciudad para
trabajar. Allí pidió trabajo en los muelles, mercados, establos y otros
lugares. Pero, nadie, absolutamente nadie le quiso dar trabajo. Una
tarde, Timoteo iba caminando muy triste, afligido y preocupado porque no
tenía nada de dinero, ni a donde ir. A lo lejos vio un lugar, un
descampado muy curioso, rodeado de inmensos árboles con unas preciosas
hojas de color verde esmeralda. Hechó andar hasta llegar al lugar y como
se sentía muy cansado, se sentó a los pies de uno de los árboles y se
puso a llorar, mientras decía: - ¿Y ahora qué voy hacer?, ¿Qué voy a comer?, ¿Á donde voy a dormir?, ¡no tengo donde ir¡
De
repente, el viento comenzó a soplar, con mucha fuerza, el cielo
oscureció, esto hizo que Timoteo alzara su cabeza y se dio cuenta que a
lo lejos venía caminando, un pequeño hombrecillo gordo dando pequeños
saltos y tambaleándose de un lado para otro – de izquierda, derecha, derecha a izquierda-.
Timoteo
pudo ver el hombrecillo traía una vela, que lo alumbraba y que vestía
con mucha elegancia: Una capa verde de terciopelo, un sombrero de copa
negra y en su boca (algo muy raro), traía una cómica pipa negra.
Pues bien, el hombre pequeño llegó justo a su lado y dando un pequeño salto, se colocó frente a él. Cuando Timoteo lo miró -de abajo hacia arriba-,
se dio cuenta que no era un hombrecillo, porque tenía garras, alas de
plumas doradas como la miel, un pico pequeño y unos grandes pero
grandísimos ojos.
En
ese momento, hubo un silencio, el viento cesó y las nubes grises que
habían cubierto todo el cielo dieron paso a los rayos de sol, que
volvieron a alumbrar el lugar. Al principio Timoteo se sorprendió y
pensó: -¡ala es un...¡-.¡Sí, era un búho¡.
-Me
llamo Tic-Toc-, (se presentó el búho). La vela que llevaba Tic Toc
desapareció, y con su pipa de medio lado, empezó a dar pequeños giros y
soltó un sonido -¡why, why¡-. Timoteo se hechó a reír, Tic Toc le miró y le dijo:
Sí,
pequeño soldado. ¡No sé ulular¡. Como ya te has dado cuenta, veo que
aparte de parecer ser valiente eres un listillo. Pero puedes seguir
riéndote de mí, porque yo también me podría burlar de ti. Timoteo en ese momento se puso serio y le dijo:
-¿Qué dices?, ¿Por qué te vas a burlar de mi?, si soy muy valiente.
Tic
Toc le dijo que el sabía muy bien que no tenía nada, nada de dinero, ni
para comer... pero, que él venía a proponerle un trato. Pero antes
tenia que ver si de verdad era tan valiente como lo parecía, y lo retó a
una prueba.
Timoteo aceptó y enseguida Tic Toc levantó unas de sus alas y le señalo que se diera la vuelta. Cuando Timoteo se giro dijo:
-Ohhhh ¡Gigantesco¡.
Era
un búho sumamente grande y de muchos colores. El búho gigante lo miraba
con ojos de enfado y abriendo su pico amenazante, soltó un sonido -who,
who- . Timoteo al ver que el búho caminaba hacia él, quiso coger un
palo pero no lo hizo. Miró fijamente a los ojos del búho grande, con
gran valentía, sin demostrar nada de miedo, de repente el búho grande
explotó, convirtiéndose en una bola de cenizas y humo. Estas cenizas se
esparcieron en el suelo suavemente y se convirtieron en una capa de
plumas
Tic
Toc le dijo a Timoteo que había demostrado ser valiente y que ahora si
podrían hacer el trato. Comenzó diciéndole que por dos años no podría
cortarse el pelo, la barba, no podría dormir en su casa, sino que
tendría que ir caminado por todos los pueblos de la comarca. Y por
último, tendría que ponerse el abrigo de plumas de búho, que yacía en el
suelo. Pero, que no podría quitárselo por nada del mundo. Ya que en los
bolsillos del abrigo, encontraría un puñado de semillas de trigo
mágicas.
Estas
semillas le mantendrían con vida, ya que las podría cambiar por dinero o
comida y si sobrevivía se volvería rico al venderlas. Pero eso sí, Tic
Toc le advirtió a Timoteo, que tal vez pasaría por situaciones tristes,
que arriesgaría su vida. Pero si lo lograba, Tic Toc volvería a ulular y
podría volver a su casa “el mundo mágico de los búhos” de donde lo
echaron.
Así
que, Timoteo aceptó y en silencio se puso la capa de plumas, tocó sus
bolsillos y sacó un precioso grano de trigo, y le susurró: -no quiero
morir, ¡ayúdame ¡-, lo guardó nuevamente y echó andar. En cambio, Tic
Toc al ver marchar a Timoteo parecía otro, más silencioso, más serio,
más extraño... y, con su pipa negra, su sombrero de copa negro y su capa
de terciopelo verde, extendió con gran elegancia sus alas doradas y
alzó el vuelo, desapareció en la profundidad del cielo.
Empezaron
a pasar los meses y Timoteo iba de pueblo en pueblo, sin dormir nunca
en un mismo sitio, sin quitarse la capa de búho, tal como se lo dijo Tic
Toc. Al principio, la gente del pueblo no sentía miedo de él, solo se
sorprendían. Para sobrevivir, Timoteo intercambiaba las semillas de
trigo -como eran mágicas hechizaban a la gente, por su bello color y el resplandor- por comida, dinero o un lugar donde dormir.
Pero
con el pasar del tiempo la situación empeoró, su pelo fue creciendo, le
cubría sus ojos cansados, la barba le llegaba hasta el pecho , y su
capa estaba un poco sucia. Los aldeanos al verle se asustaban, agarraban
a sus hijos, recogían rápidamente los mercadillos o simplemente salían
corriendo velozmente.
Algunas personas se sentían muy nerviosas al ver que se acercaba Timoteo y se preguntaban entre ellos:
-¡Dios qué es esa cosa¡.
-¿Es un búho hechizado?.
-¡Fuera, fuera, bicho, largo de aquí. ¡Vuelve al bosque o al circo de donde te has escapado¡.
Timoteo se sentía tan, pero tan triste que de sus ojos salían pequeñas lágrimas. Lo único que le consolaba, era meter sus manos temblorosas en los bolsillos de la capa y apretar con fuerzas las semillas de trigo, sacaba una y susurraba: -vosotras sois mi vida y lo único que tengo ahora-.
Pero,
una noche cuando Timoteo iba caminando por unas pequeñas laderas,
escucho a lo lejos, sollozos y voces, cuanto más se acercaba, eran más
fuertes. Cuando llegó al lugar, se encontró a un señor mayor, bien
vestido, pero la tristeza que el señor Rembrandt (así se llamaba) sentía
se podía tocar y oler. Así que Timoteo sintió más pena por el señor
Rembrandt, que por él mismo, y eso que Timoteo estaba casi al lado de la
muerte.
Timoteo
le dijo al señor Rembrandt, que si podía ayudarle en algo y este se
asustó tanto al verlo, que tenía los ojos tan grandes como platos,
blanco como un fantasma y moviendo sus manos dijo:
-¡Ave María Purísima ¡Fuera, largo de aquí, ¡Chu, chu, chu¡.
Timoteo
trataba de hablar con el señor Rembrandt y le decía que no se asustara
que él no era un bicho, era un chico, humano, que se calmara. Pero, el
señor Rembrandt le gritaba como loco:
- ¡Dios mío, largo de aquí, vete a molestar a otros …Chu,chu, chu¡.
Timoteo,
se le acerco más y le dijo que si se podía calmar que ya se lo había
dicho, que èl era humano. El señor Rembrandt, se acercó a Timoteo y lo
miraba lentamente. En algunos momentos soltaba un -aaaah- y daba unos saltos hacia atrás. Pero ya una vez convencido de que Timoteo no era un animal, suspiró y dijo:
-¡Oh¡hombre que susto me has dado, qué alivio...
Pues
así, comenzaron hablar Timoteo y el Señor Rembrandt, y éste
le comentó porqué lloraba. Le dijo que él tenía una fábrica de pan y
pasteles… los mejores de todo el pueblo. Se hizo muy rico pero, llegó un
francés el señor Gadget y los aldeanos dejaron de ir a su pastelería, y
poco a poco, cayó en la ruina. Sin embargo, lo que más le preocupaba
eran sus tres hijas. Porque si el moría, -¿Quién se ocuparía de ellas?-, ningún chico iba a querer casarse con unas chicas pobres.
Timoteo
le dijo que no siguiera llorando, porque él lo ayudaría. De repente de
su capa sacó un puñado de semillas de trigo y se las dio. Le dijo que
cuando llegara a su casa las plantara, las regara y al día siguiente
vería desde su ventana unas hermosas espigas de trigo. Timoteo también
le comentó, que con este trigo mágico haría los pasteles más deliciosos
de todos los pueblos y del mundo.
El
señor Rembrandt, con mucha vergüenza y agradecido aceptó las semillas
de trigo que le dio Timoteo, y le pidió que por favor le acompañase a su
casa. Cuando llegaron a la casa del señor Rembrandt, se abrió la puerta
lentamente y como un espíritu salio corriendo una hermosa chica. Sus
cabellos eran rojos, pero tan rojos que podía teñir de rosa todo lo que
tocasen. Esta chica de nombre Bervely, era la hija menor del señor
Rembrandt, la hija más querida, porque era tan buena, tan dulce y tenia
un corazón tan bello que enamoraba con tan solo verla.
Bervely,
abrazó a su padre y de pronto vio que detrás del señor Rembrandt estaba
un ser algo raro. Se hechó un poco para atrás, pero su padre le dijo
que no temiera, que Timoteo era su amigo. Bervely sonrió y sin dudarlo
le dio la mano a Timoteo.
Enseguida,
el señor Rembrandt hizo pasar a Timoteo a la casa y fueron hasta el
salón. Pero el salón no estaba solo porque, ahí se encontraba Laura y
Camelia. Eran las dos hijas mayores del señor Rembrandt. Estas eran muy
antipáticas y creídas, y cuando vieron a Timoteo empezaron a gritar como
locas. Y salieron corriendo hacia sus dormitorios.
Timoteo
se sintió un poco mal, pero enseguida el señor Rembrandt le dijo que no
pasaba nada, que esas dos hijas suyas -Laura y Camelia- estaban un poco
majaretas. Timoteo se sonrió y enseguida llego Bervely con una taza de
té. Pues, así, Timoteo y Bervely se quedaron hablando toda la noche.
A
la mañana siguiente cuando Timoteo se iba a Marchar, vio una sombra
roja, y eran los rayos del sol que atravesaban e iluminaban el hermoso
cabello rojizo de Bervely.
Ella se acercó para despedirse de Timoteo y le dijo en su oído:
-¿Volverás? .Y Timoteo le contestó:
-¿Sabes
Bervely?, tu corazón es el tipo de amor que haría que mi vida fuese
cálida y luminosa. Pero, debo de irme por un año más y sino no muero...
volveré por ti.
Timoteo sacó de su bolsillo una semilla de trigo y se lo dio a Berbely, diciéndole:
-Quiero que la tengas- y Timoteo dándose la vuelta, abrió la puerta grande de madera y se fue.
Pasó un mes, dos meses, tres meses...hasta que se cumplió el año y finalizó el trato que Timoteo hizo con Tic Toc. En
realidad, Timoteo estaba un poco enfermo por todas las noches que
durmió bajo el frío invierno, el fuerte sol del verano y las lluvias de
la primavera. Así que, con pasos lentos y fiebre llegó al único lugar
donde conseguiría encontrar a Tic Toc. Y se dio cuenta, que era
el descampado de los grandes, hermosos y misteriosos árboles, el lugar
donde comenzó todo...dónde se le presentó Tic Toc y donde aceptó la
propuesta que casi le quita la vida y se la salvaría de aquí en
adelante.
Al
llegar al descampado, Timoteo camino más lento y cuando casi llegaba a
los árboles se desmayó y cayó al suelo, como una hoja seca que cae de un
árbol silenciosamente. De pronto, todo comenzó a girar, girar, girar,
un fuerte tornado estaba sobre él. Pero de un golpe, el tornado
desapareció y encima de él estaba Tic Toc.
-Tic Toc le dijo: -¡Hola, hola solado valiente¡.Es hora de despertar … ¿No lo crees? .
Timoteo
un poco aturdido levantó su cabeza y vio a Tic Toc, con sus ojos
entornados, el ceño fruncido y su pequeño pico apuntando sobre él , y
Timoteo le dijo:
-Muy
bien, Tic Toc, baja sobre mí de una vez. Ya cumplí el trato y ahora te
pido que me dejes limpio y afeitado como me conociste.
Tic
Toc de un brinco saltó al suelo y cruzando sus alas sobre su pecho, y
moviendo una de sus patas, esperó que Timoteo se pusiera de pie. Cuando
Timoteo ya estaba frente a Tic Toc, este abrió sus alas doradas y con un
fuerte movimiento hizo que Timoteo se elevara del piso, dando vueltas,
vueltas y más vueltas, lo que hizo que desapareciera: la capa (fue lo
primero), el polvo y barro que cubrían a Timoteo. De pronto, aparecieron
unas tijeras mágicas que manejaba Tic Toc con el movimiento de sus alas
y le cortaron, afeitaron el pelo a Timoteo.
Cuando Timoteo ya estaba limpio y afeitado, dejó de flotar. Y colocando sus pies sobre la tierra le dijo a Tic Toc:
-Pues muy bien, ya te cumplí el trato, me imagino que ya podrás ulular y sonrió.
-Pues muy bien, ya te cumplí el trato, me imagino que ya podrás ulular y sonrió.
Tic Toc con una risita en su pico y le dijo:
-Pues eso no te lo diré...pero me fastidia un poco que hayas ganado la apuesta... ¡Jolín¡ .
Timoteo
le dijo a Tic Toc que se alegraba de haberle conocido (le guiñó un
ojo), pero ya se tenía que ir. Le pidió a Tic Toc que hiciera que
apareciera un caballo. Tic Toc nuevamente lo miró con cara de
enfurruñado y batiendo sus alas provocó una explosión de arena y las
partículas de polvo, se fueron transformando en un elegante caballo
negro. Timoteo con un gran salto subió encima de su caballo y salió galopando más rápido que un rayo.
Al
atardecer Timoteo llegó a una casa linda. Era la casa de señor
Rembrandt. Tocó la robusta puerta de madera, pero para su sorpresa
estaba abierta y con un leve sonido esta se abrió. Entró en la casa y
diciendo: -hola, hola-. Pero nadie contestó, escuchó que del salón,
provenía una dulce melodía. Cuando Timoteo entró al salón, se paró justo
en la puerta y pudo ver una bella figura de cabellos rojos, tocaba el
piano con la ligereza del viento.
Era Bervely, esta giró y le preguntó a Timoteo:
-¿Quién eres?.
Timoteo le contestó:
-¡Soy un ladrón¡.
-¡Ah si¡ .y
se río dulcemente (obviamente no le creyó). Y supuso que era un amigo
de su padre, que venia de visita. Enseguida, ella le dijo que traería
té. Timoteo no podía parar de verla, era un ángel, su ángel.
Cuando
Bervely llegó con una bandeja de plata, donde traía las dos tazas de
té, la puso sobre la mesa. Timoteo rápidamente sacó de su chaqueta una
semilla de trigo que alumbró todo el lugar. Bervely sin decir ni una
palabra, abrió el puño de su mano y le enseñó la otra semilla de trigo,
que brillo más fuerte que mil semillas de trigo juntas.
Bervely se levantó y colocándose frente a Timoteo le dijo:
-¡Eres tú¡pensé que te había perdido.
Y Timoteo contestó:
-¡No¡ estoy aquí, vine por ti.
Timoteo se puso de pie y la cogió en brazos y le dio un suave beso.
De
pronto Timoteo pudo ver por la ventana, a unos cuantos metros de la
gran casa, había un pequeño hombrecillo gordo mirándolo. Timoteo, soltó
rápidamente a Bervely y salió corriendo hacia el jardín. En un instante
se detuvo y vio que no era un hombrecillo era Tic Toc.
Tic
Toc se detuvo, le guiño el ojo y antes que Timoteo pudiese acercarse,
Tic Toc muy elegante, desplegó sus alas y alzó el vuelo. Timoteo no lo
vio más porque desapareció en el cielo moteado de un hermoso color
naranja, lo único que sí pudo escuchar fue un fuerte ulular:
who, who, who.
Se acabó el cuento y se lo llevó el viento y se fue por el mar adentro.